jueves, 10 de enero de 2008

1Este es el primero de una serie de cuentos de animales llamados “Perros y Gatos en la Historia”, que escribí hace algunos años y que, traducidos al catalán, ganaron el primer premio del concurso en Perpignan Memorial Lech Walter.Los iré mandando poco a poco. Espero os gusten.

1 DE CÓMO SE SELLÓ EL PACTO ENTRE EL HOMBRE Y EL PERRO

El Hombre estaba sentado a la puerta de su caverna, viendo caer la primera lluvia de otoño.La Mujer, dentro, raspaba unas pieles, mientras el Niño jugaba con unos huesecillos.Todos tenían la tripa llena. Aquellos días la caza había sido buena. La magia de las pinturas había sido eficaz y los buenos espíritus propicios. El Hombre, con la cabeza apoyada en la mano, pensaba que era feliz. Lo tenía todo. Una caverna confortable, una mujer que lo quería y un niño fuerte, que cazaría para ellos en su vejez.Cerró los ojos y suspiró, mientras escuchaba el ruido de la lluvia en las hojas secas.Pensó que pronto habría que encender el Fuego, su amigo del invierno. Estuvo un rato sumido en sus ensoñaciones, cuando su fino oído captó algo que no era la lluvia. Era como una queja suave, un lamento de una criatura pequeña.Escuchó de donde provenía el sonido y salió afuera, bajo la templada lluvia del final del verano. Anduvo unos metros y vió, debajo de un árbol, empapado, a un pequeño ser, un animal peludo que, acurrucado, gemía.

-¡Ah, claro!-pensó el Hombre.-Es una cría de esos animales que siempre van en manadas.¡Qué pequeño es!¿dónde estará su madre?.Tal vez ha muerto, o la ha perdido.

Y el Hombre se compadeció, lo cogió en brazos y lo llevó a su caverna.

-¡Pero qué me traes aquí!-se extraño la Mujer. -¿Un cachorro de animal salvaje?

-Es muy pequeño, y ha perdido a su madre. Pobrecillo qué asustado está. Noto en mi mano palpitar su corazón.Fíjate, Mujer, qué ojos tiene. Te mira a tí y luego a mí.Nunca había visto a un animal de estos tan de cerca.¡Qué hocico tan suave tiene!. Voy a secarlo.

Y el Hombre, con un trozo de piel, fué secando el pelaje de aquel extraño ser. El conocía bien solamente a los animales que cazaba:Ciervos, jabalíes, conejos... Pero un bicho así solo lo había visto desde lejos, cuando se desplazaban en sus manadas, y nunca cachorro.

-Seguramente tendrá hambre-dijo el Hombre--Me parece que hay unos trocitos de carne que han sobrado de esta mañana.

-¿Vas a darle de nuestra carne?-se escandalizó la Mujer.-¡Esos trocitos los guardaba yo para el Niño!.Y no quiero bichos vivos aquí dentro. ¡Bastante tenemos con las pulgas!. En cuanto escampe, échalo fuera.

-Pero Mujer, ya cazaré algo para nuestro hijo.¿No ves que tiene hambre?. A nosotros nos sobra la comida.

El extraño ser comió en unos instantes la carne que el Hombre le ofreció.Luego se sentó, se sacudió el agua que aún quedaba en su espeso pelaje , y les miró fijamente, al Hombre y a la Mujer. Luego se relamió. Se levantó, y meneando su corto y peludo rabo se dirigió adónde estaba el Hombre y le lamió la mano. El Hombre sonrió y le acarició la cabeza.El Niño, que hacía rato que había dejado de jugar con los huesecillos y lo observaba todo con enorme curiosidad, también puso-temerosamente al principio- su mano sobre la húmeda y peluda cabeza.El insólito huésped hizo esta vez unas cabriolas, y sin dejar de mover el corto y peludo rabo, se acercó al Niño, haciéndole cosquillas y poniéndose a jugar con sus pequeños huesos. El Niño rió, encantado, y entonces la Mujer sonrió.

Hubo buena caza aquel otoño, y Perro, que así lo llamaron, iba aumentando de tamaño.Una vez la Mujer dijo al Hombre:

-¡Qué suerte he tenido de que Perro estuviera conmigo esta tarde cuando te fuiste a cazar!.Ha rondado por aquí un extraño cuyo aspecto me desagradaba en extremo, y Perro lo ha puesto en fuga ladrando y enseñándole los dientes.¡Si hubieras visto la cara del hombre!¡Parecía que había visto a algún mal espíritu!... Y la Mujer reía.

Los vecinos de las cavernas cercanas al principio se burlaron del Hombre, y se extrañaron muchísimo de que tuviese en su casa a un animal que no servía para comer, pero cuando se enteraron de que había puesto en fuga a un posible enemigo, ya no creyeron que el Hombre se había vuelto Niño.

Pasó el tiempo, y Perro a veces se quedaba con la Mujer guardando la caverna, y otras iba de caza con el Hombre.

-¡Es maravilloso!-decía ´éste.-Cuando mato una paloma o una perdiz y cae traspasada por mi flecha, Perro va a buscarla y me la trae en la boca, sin comérsela!.

Y el Hombre estaba orgulloso de Perro y se lo mostraba a sus amigos, que abrían unos grandes ojos al oír las cualidades de aquel animal que no servía para comer, pero que sin embargo tan útil era a su dueño.

-Y no solamente guarda mi casa y recoge mi caza, sino que juega con el Niño, y está siempre entretenido y no llora-explicaba el Hombre.

Pronto los habitantes del poblado de las cavernas procuraron conseguir uno de aquellos maravillosos animales que tan útiles eran, y que no solo eran una ayuda para sus amos, sino también unos magníficos y fieles compañeros.

Hubo otros Perros que por entonces salvaron la vida a sus dueños en peligro, que les acompañaron cuando estuvieron enfermos, y que lloraron su muerte a veces más que su propia familia.

-Perro,-le dijo un día el Hombre a su peludo compañero de corto rabo. -Te has ganado la carne que comes, el techo bajo el que te cobijas y el fuego junto al que te calientas en invierno. Te has ganado nuestro cariño, Perro. Eres uno más de la familia.

-¡Guau!-contestó Perro.

Y así quedó sellada la alianza entre Perro y Hombre, que dura hasta nuestros días y que nunca ha sido quebrantada por Perro, pero sí muchas veces por Hombre.

Maria Dolores de Burgos

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