
Yo tengo un cuaderno de aquellos de tapas de hule negras, en el que apunté durante muchos años las anécdotas que me ocurrían cuando estuve de Jefa de la Oficina de Turismo. No lo he perdido, pero no lo encuentro. Debe estar en elgún recoveco de mis estanterías, por detrás de libros que no tengo idea de cuáles pueden ser. Aparecerá o no aparecerá.Pero hay cosas que no se olvidan.
Todo el mundo que, como yo, sepa algo de ocultismo, magia y asuntos de ultratumba, estará enterado de cuáles son los sitios más frecuentados por los demonios. No lejanos desiertos, o soledades acojonantes, sino sitios por los que pasa mucha gente. Las cruces de los caminos, las estaciones de tren o de lo que sea, y, en general, sitios que SON DE PASO.Por ejemplo, los aeropuertos...
Qué duda cabe que el de Palma está lleno de estos eres maléficos. Unos días más que otros. Ya no me refiero a los carteristas que en temporada alta vienen a hacer su agosto, nunca mejor dicho, sino a esos demonios o espíritus burlones que se apoderan del turista recién bajado del avión y le obligan a hacer todo tipo de cosas raras. Un día tuve que emplear todas mis energías en convencer a un extranjero cuya nacionalidad omito (pues la gente es extremadamente susceptible, , y cuánto más cretinos, más susceptibles. Yo, por ejemplo, no lo soy nada, ejem).Perdón por la disgresión. Sigo con el turista, o guiri. Así les llama allí todo el mundo. Y en casi todas partes.Pues un día estuve a punto de tener que emplear métodos violentos para que el señor ese procedente del norte no se me meara en la Oficina.Pues el fulano se inclinó sobre el mostrador y me conminó a que abriera la puerta para que pudiera descargar su vejiga. Yo, naturalmente, me negué, pero él siguió insistiendo en que tiene unas ganas perentorias de hacer pipí y que le abriese inmediatamente.Le pregunto si acaso nuestra bonita Oficina tiene pinta de urinario, y yo de señora de los lavabos, y ante su cara de percebe, le indiqué la dirección de vater de hombres con gesto enérgico y berrido apropiado para guiarle en su búsqueda.
Otra día, una señorita de un país vecino se empeñaba en coger el tren para ir a Alicante, en vista de que no había plaza en los aviones. Yo le dije que lo tenía crudo, y, después de pensarlo un rato (a veces piensan), me contestó:
-Oh, la, la...!. Je n´avais pas réalisé que nous étions sur une île...(No me habia dado cuenta de que estábamos en una isla)
Cuando lo hubo realizado, se fué con expresión chasqueada, después de explicarle yo las posibilidades marítimas de un archipiélago.Pero debía ser de secano y no le hizo ilusión. No le provocó, como dicen mis amados sudacas.
Los fines de semana todos los demonios del Averno andan sueltos por allí, en forma de locas varias, muchachos con radios a toda pastilla, niñas mochileras, señores que se han equivocado y creen que están en Canarias y me preguntan por la Playa de los Cristianos y ancianitos despistados. Todos enloquecen a su manera, y son poseídos por los espíritus de esta Aeropuerto del diablo.
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