domingo, 28 de septiembre de 2008

CAPITULO XIII



El puente estaba tendido y entraron. Los cascos del caballo resonaban en las viejas vigas, y algunas gallinas cacareaban en las inmediaciones.
Arnaldo, que era rubio, alto y fuerte cual modelo de Armani, se cargó al machucado árabe y gritó a unos criados:
-¡Preparad una tina con agua caliente!
Mientras, Omar iba farfullando algo en árabe.
-¿Qué diablos mascullas?
-¡Que todos mis sacrificios no van a servir de nada!¡he infringido el Ramadán!
-¡Pero qué dices, hombre!, si has estado dos días sin comer...Era lógico que te diera aquel arrebato...
-No es por el arrebato, es por las morcillas... y las otras cosas.Yo no puedo comer cerdo. Y además la torta era de chicharrones.
-Vamos, vamos... tú me has dicho a veces que el Corán es tolerante en este aspecto con los enfermos, viajeros y embarazadas...
-Pero yo no estoy embarazado, ni de viaje, ni enfermo- gimió tristemente Omar.
-Hombre, no hay que ser tan escrupuloso. Pasa ná, tío. ¡Si vieras los bocatas de chorizo que me como yo en Cuaresma!.Por cierto, ya estamos en Cuaresma y con la llegada de tu papi todos en la inopia.
Bueno, no tengo ganas de discutir de religión. Báñate y verás las cosas de otra manera. Además, ya me preocuparé yo de que esta noche comas bien. A mi no se me caen los anillos por meterme ante el fogón, y te voy a hacer unas empanadillas de espinacas y piñones, que son mi especialidad, que te vas a chupar los dedos. Y he visto que han preparado para el tío un pastel de codornices que está diciendo "comedme". Todo esto te está permitido...
Omar suspiró agradecido y fué entregado por su amigo en brazos de los criados para que le bañasen y masajeasen el cogote.
Mientras, Arnaldo entro en una sala del castillo donde había un buen fuego. Cerca de la chimenea estaba Leonor, bordando en un bastidor un vestido para un santo de su devoción, cuya estatua estaba en la iglesia de la abadía. A sus pies yacía Argos, el fiel sabueso.En una mesita cercana, Clodulfo y Don Nuño jugaban al tute arrastrado.
La visión de su bella tía inspiró a Arnaldo, que era un vate nato. Empezó a recitar:
-Hermosa dama Leonor,
que bordáis en vuestro bastidor.
Angélica visión parecéis
con vuestra dorada cabellera
que como dorada cimera
recogida en malla de plata
vuestra belleza resalta,
oro del cabello,
redecilla de plata,
plateada malla,
que como visión pòstrera
quisiera tener yo al estirar la pata
en cualquier batalla.
Mas esta trova es morralla,
y os estoy dando la lata

(continuará)

miércoles, 24 de septiembre de 2008

BRETE (mas o menos)

(continuación)CAPITULO XII

Mientras, Arnaldo, en un brioso corcel, galopaba, rubia melena al viento, hacia la villa en que su amigo se encontraba en apuros. Cuando llegó vió un gran tumulto de villanos, y una polvareda que no presagiaba nada bueno. Avanzó hacia la plaza mayor donde estaba la picota, y gracias a ir cabalgando pudo abrirse paso entre la plebe exaltada. Al llegar, el espectáculo que se presentó ante sus ojos no podía ser más lastimoso. El pobre Omar estaba en un brete, en el sentido más literal del término. Un brete era una tabla con tres agujeros, para cabeza y manos, que se abría por la mitad y se metían en los boquetes correspondientes testa y extremidades superiores del reo..Luego se cerraba, lo que hacía que el embretado quedase con la cabeza y los brazos saliendo de la tabla, y además aguantando con el cuello el peso de la misma, que no era poco.Así estaba el pobre Omar, , mientras los lugareños le arrojaban frutas podridas, inmundicias varias y escupitajos.
-¡¡¡Qué hacéis, desgraciados!!!-gritó Arnaldo con todas sus fuerzas .-¡Estáis cometiendo un gran delito! ¡Se os va a caer el pelo!¡Rodarán cabezas! ¿no os dais cuenta de que habéis metido en un brete al hijo del conde?
Tuvo que repetirlo varias veces hasta que corrió la noticia como la pólvora. Se adelantó el alcalde. Arnaldo seguía a caballo y el grupo de gente les rodeó.
-¡¿Qué pasa?! ¿es cierto lo que decías, señor?
-¡Pues claro! ¡Es Omar, el hijo bastardo de Don Ñuflo!.
-¡Oh, qué terrible confusión!. Habíamos creído que era el morisco renegado del pueblo de al lado.
-¡Nada de renegado!... Tuvo aún fuerzas para gruñir el pobre Omar, con la cara llena de porquerías.-¡Yo musulmán sunnita hasta la muerte!¡Allah Akbar!!
-Perdonad, señor- dijo el mandón. Ahora mismo os soltamos.
Y al punto liberó al moro de su cepo.
-¡¡¡Uuuffff!!, qué alivio,- dijo éste moviendo la cabeza hacia todos lados, a la vez quew se frotaba el cogote. De ésta cojo artrosis cervical de por vida...!
-Perdón, señor, ¿nos perdonáis?. No sabíamos de vuestra alta condición.¿Nos haréis empalar, ahorcar, crucificar, descuartizar o despellejar?
-Ya me lo pensaré.
-Tranqui, tío- dijo Arnaldo- que nosotros somos gente de paz, no como el bruto de vuestro señor feudal. Todo queda olvidado, ya que mi amigo está vivo.
-¡Como se nota que no te has visto nunca en un brete!-gimió éste. -No es lo mismo contar los palos que recibirlos, como decía mi abuela materna Leyla.
-Ahora- dijo Arnaldo-os pagaré todos los gastos ocasionados por mi amigo, -quien ya imaginaba lo ocurrido. Y les explicó que estaba en período de penitencia y se había descontrolado un poco.
Al punto apareció una tía gorda y lustrosa, de rojas mejillas, que era la madame (por no decir la puta madre) de la casa de barraganas.
-Son ocho maravedíes de plata, por todo lo que se ha comido, más el haber puesto en fuga a la clientela con el alboroto que ha armado, más los gastos de curandera para mi pupila Pepitornes, a quien le ha dado una alferecía al ver salir de estampida de la despensa el caballero en cuestión con una torta de chicharrones en la boca, un pollo al ast en la mano derecha y unas morcillas en la izquierda!.Cosa que yo creía los musulmanes no podían hacer, pero estaba enloquecido. Además, como había estado comiendo tocino fresco y se le cayó en la cara el bote de la pimienta, solo se le veían los ojos inyectados en sangre. y mi pobre Pepitornes, que es muy devota y cristiana vieja, se creyó que era el diablo que venía ya a por ella y le ha dado el pasmo.
-No os preocupéis, buena mujer, tomad esta bolsa y creo que ya estaréis suficientemente compensada.
-¡Gracias, hermoso doncel!- dijo la alcahueta al sopesar el regalo.¡-Os haré un vale por veinticinco polvos gratis en día laborable!
-¡Gracias!- dijo amablemente Arnaldo.- Honraré vuestra casa como se merece.
Y cogiendo a su maltrecho y maloliente compañero, se lo cargó a la grupa y emprendieron el regreso hacia el castillo.
-¡Pobre amigo!- decía el rubio doncel al moreno Omar-¡Este amargo trago os valdrá un buen cacho del Paraíso de las Huríes!
Omar no tuvo fuerzas para contestar.
El sol se ponía tras las almenas del castillo y algunos murciélagos ya revoloteaban en la tarde de marzo. Todo parecía en calma.

martes, 23 de septiembre de 2008

(continuación)



-Posiblemente, hijo. El maligno siempre al acecho...-respondióle el abad cogiéndole al vuelo.
-Yo amo a mi esposa, pero no acabo de creerme esa historio de íncubos y súcubos...¿vos qué pensáis?
-Existen, hijo...yo mismo he sido víctima de su perfidia...
-¿Vos?
-Sí, hijo.Una vez se metió por la ventana de la celda un súcubo, que es una diabla.
¡Demonio!- exclamó Don Ñuflo.
-Demonia, hijo. Los demonios son los íncubos. Los íncubos son demonios que torman forma humana y abusan de las mujeres durante su sueño, y los súcubos al revés, demonios hembra que tientan a los castos varones como yo- dijo con toda la cara el abad.
-Sí, había oído hablar algo de esto...
- A mí, una noche de primavera-prosiguió Fray Facundo, se me intrudujo un súcubo por mi ventana enrejada, como si hubiese sido de humo. Al punto púsose a acosarme sexualmente. Mostróse como una hermosa odalisca que empezó, ante mis atónitos ojos, a bailar la danza del viente al son de los cascabeles de sus tobillos y muñecas. Yo solo pude taparme los ojos, decir: ¡Vade retro! y hundir la cara en la almohada. -dijo sin inmutarse el abad, que era rápido en inventar cuentos chinos. Al ver la cara de espanto del conde sintió cierto alivio.
-¿Y vos creéis que a mi Leonor le puede haber pasado algo así?
-Es lo más probable. Yo soy su confesor y puedo aseguraros que vuestra esposa es pura como el agua de la fuente.Es posible que ni se diera cuenta, que creyera que todo había sido una pesadilla, y mientras, el Maligno le hacía esa horrible criatura...
-Sí- dijo con repugnancia el conde.¡Es verdaderamente terrible!¡no tiene una idea buena!
-Hijo, no te atormentes...- cortó el abad.-Vuelve al castillo y descansa. Debes tener un stress enorme, con tanto luchar por la fe en lejanas tierras..
-¡Oh, no!¡ya estoy bien!. Ya se me pasó el cansancio y la diarrea. Ahora más bien voy estreñido.
-¡Ah!¡pues yo tengo unas hierbas, receta de nuestro Santo Fundador, que son mano de idem!.Esperad un instante...
Al punto volvió el abad con un saquito que había ido a buscar a la botica del convento.
-Tomadlas en infusión antes de acostaros, y a la hora del desayuno y antes de las principales comidas. No tiene contraindicaciones. Id con Dios.
Y metiéndose las manos en las mangas del hábito, dió media vuelta y se fue.
Don Ñuflo permaneció unos instantes en la sala, con el sol que le daba en los ojos y el saquito de las tisanas en la mano.
-Pues ya me voy- se dijo, algo desconcertado.
Salió al campo, montó a Cojitranco y, sin soltar la bolsita de las hierbas regresó al castillo, con una vaga sensación de haber sido estafado.

miércoles, 17 de septiembre de 2008


(continuación)

Descabalgó y fué hacia un monje que asomaba la nariz debajo de la capucha.
-Deseo hablar con el abad-dijo con mosqueo.
-Está en oración- contesto el fray.
-¡Pues que deje de orar y me atienda!¿¡O no sabéis quién soy yo, fraile piojoso?!. ¡con la Iglesia hemos topado, voto a bríos!
-Claro que os conocemos, je...je...- dijo maliciosamente el fraile.
Hay que aclarar que todo el convento estaba al corriente del ligue de su superior con la condesa en ausencia de Don Ñuflo.
-¿A qué vienen esas risitas?
-Nada, señor. Es un tic que me quedó después de la último invasión musulmana. Fué un trauma para mí.
-¡No me interesan tus traumas! ¡Avisa a Fray Facundo!
-Sí, sí, ahora voy...
-Y fuese presuroso y con pasito corto.
El conde dejó a Cojitranco atado a un esquelético arbolillo que allí crecía, sin ningún temor de que se lo robaran. Entonces no había tanto chorizo suelto como ahora. Estaban todos en sus abadías, castillos y cortes, más o menos como en la actualidad. Entonces los siervos de la gleba no se atrevían a transgredir el orden establecido, robaban poco y se morían de hambre, pues la caza era para los señores, y como todavía no se había descubierto América no podían comer patatas, ni tomates, ni muchas otras cosas relativamente baratas, y vivían de algunas berzas que cultivaban y de raíces que extraían escarbando en la tierra y también los cardos borriqueros eran un manjar. Vida dura la del siervo de la gleba.
El conde entró en la abadía, molesto por tan poco cortés recibimiento, y empezó a pasear con largas zancadas por la sala de espera. Se enfrascó en la contemplación de uno de aquellos santos metidos en hornacinas, concretamente en uno que miraba contra el gobierno. Tan fijamente se puso a mirarlo, que Don Ñuflo acabó tan bizco como el anónimo beato.
-¿Preguntábais por mí?- dijo una voz suave pero firme, que hizo dar un respingo al conde.
-¡Ah!- dijo sobresaltado.
-¿Os sobresaltáis?
-N-no, estaba mirando esta escultura...- dijo Don Ñuflo algo descolocado.
-¿Qué os trae por aquí, señor conde?. Ante todo, bienvenido a tierras cristianas.
-¡Ah, sí, gracias!
-¿Cómo ha ido esa cruzada?
-Fatal, nos han zurrado bien estos fundamentaalistas islámicos.
- No estaría de Dios que conquistaseis los Santos Lugares...
-No estaría, no.
-Tal vez estabais en pecado- contestó el abad, que era de los que creían que la mejor defensa era el ataque.
-Puede que tengáis razón, buen abad. Un día de estos tendréis que oírme en confesión, pero habréis de tener la merced de dedicarme unas cuantas horas. Han sido muchos años de hacer el bestia... Pero ahora, Fray Facundo, voy al grano. Estoy inquieto, mi corazón sufre, mi seso está confuso. Ya sabréis por qué. Ese Gumersindito, que ha aparecido en mi vida como un aborto de Satanás...

(continuará)

domingo, 14 de septiembre de 2008



CAPITULO XI
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Tras madura reflexión el conde por fin había decidido a visitar al abad, confesor de su esposa, a ver si podía aclararle la cuestión. De todas formas está dispuesto a lavar su honor como sea, aunque tenga que cargarse a su costilla y al amante. No le hace ni pizca de gracia tener una entrevista con Fray Facundo, pues siente ante él complejo de inferioridad. El otro sabe leer y escribir y se pasa horas enfrascado en el estudio de unos librotes llenos de signos negros que a Don Ñuflo le parecen insectos.
-¡No he luchado contra Saladino para tener temor ahora ante un fraile!¡Por muy docto que sea, leñe!-murmuró para sí el conde , dando un puñetazo en el alféizar de su ventana y aplastando sin intención a una cucaracha que pasaba.¡-Ahora mismo voy a ver a ese tipo!.
Y sin pensárselo más, bajó al patio de armas y gritó con voz estentórea:
-¡Ensillad mi caballo Baboso, fiel compañero que me ha acompañado en mi heroica cruzada!
-Imposible, señor-le respondió un paje.- Baboso ha desaparecido.
-¿¿¿¿Queeeeee????
-Sí, y temenos- dijo tembloroso el servidor- que se haya ido tras una yegua que ayer pasó por aquí. Iba junto al carromato de unos gitanos...
¡¿Es que teníais el puente tendido?!
-Fueron cinco minutos, señor, lo justo para que Don Clodulfo fuera a hacer de vientr en el matorral que acostumbra...
-¡Y mientras, Baboso se escapó!!¡felones, memos, ratas de cloaca...!
-Perdonad, señor, pero es que salió al galope. El pobre parecía preso de urgencia.¡Tanta cruzada pide darle un poco de alegría al cuerpo!
-¡Voto a Satanás!- rugió.-Me parece que voy a colgar a alguien de alguna almena como escarmiento!
Perdón, señor, lo buscaremos por toda la región!
-Mas os vale...-¡Traedme entonces a Cojitranco!
-Al punto, señor...
Vino el siervo con el caballo pedido que, de acuerdo con su nombre, cojeaba bastante de la pata trasera, pero servía para trayectos cortos.Lo ensillaron, montó y fuese a la abadía.
Por el camino cantaban los pajaritos, el sol brillaba en una prematura primavera y algunas hierbecillas crecían después de las lluvias. Unas nubes blancas cruzaban el cielo y un halcón se cernía allá arriba oteando presas.
-¡Qué hermosa sería la vida sin preocupaciones!-se dijo el conde, quien el cabalgar había puesto de mejor humor.-¡Estas mujeres son las que lo complican todo!¡Está visto que no se puede estar nunca tranquilo en esta vida!
Y después de este desahogo filosófico, púsose a cantar a voz en cuello una canción popular griega que había aprendido en una taberna de Macedonia, y que tuvo el poder de ahuyentar a todos los pájaros y también al halcón.
Llegó al monasterio. Sin bajar del caballo, pues su alta condición se lo impedía, volvió a berrear:
-¡¡Abrid, santos varones!!!!!
Los santos varones no dieron señales de vida.
-¡¡Abrid, por San Jorge!!!¡Y por Santiago Matamoros!!
Pasó un rato.
Se oyó una campanilla y unos chirridos:
-¡Ñiiiiic!
Una puertecilla lateral comenzó a abrirse, cosa que fastidió al conde, quien gustaba de entrar por las puertas grandes.

(continuará)

viernes, 12 de septiembre de 2008

CHISTES MALOS,COMO TODOS LOS MÏOS


-Las recomendaciones del médico-
++++++++++++++++++++++++++++++++++++

El joven paciente se siente muy mal y acude al médioc, el cual le pregunta:
-Bebe usted licor?
-Sí, doctor.
-Vaya a alcohólicos Anónimos, para que lo deje poco a poco.¿fuma usted?
-Sí, doctor
-Póngase parches de nicotina, para que lo deje usted poco a poco. ¿tiene mucha actividad sexual?
-Sí, doctor.
-Cásese, para que lo vaya dejando poco a poco.

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-¿La calle Provenza?
-Sí, es la que viene.
-¡Ah, entonces me espero!

-Niño, sal del coche y mra si funciona el intermitente.
-Ahora sí, ahora no, ahora sí, ahora no, ahora sí, ahora no...

-Oye, ¿a tí te suena un tal Pérez?
-No. Yo me sueno solo.

¿por qué los perros aúllan en el desierto?
Porque no hay árboles, solo cactus.

¿Qué le dice un huevo a la sartén?
-Me tienes frito.

Y aquí me paro, porque si sigo, me parece que mis lectores me abandonarán.

LA PELI DEL CHE



He visto la peli del CHE, y me ha gustado mucho, aunque podía haber contado más cosas y anécdotas. Pero está muy bien ambientada. En los periódicos dicen en la críticas que el Che era un "libertario", ya lo he leído un par de veces, y eso no es verdad. Un libertario no es un libertador, (supongo que se han hecho un lío), un libertario es un anarquista, y el Che era comunista.Pero vaya, está muy bien.

CAPITULO X


Cuando el conde se despertó al día siguiente estaba bastante mejoradito. Las cagueras habían remitido y, como era hombre fuerte, también estaba repuesto del cansancio de tanta cruzada.Se estiró con muy malos modos, eructó y soltó una flatulencia, seguida de un rugido de complacencia.
La gente cree que los nobles son gente culta y educada. El verdadero noble nunca ha sido ese que nos quieren pintar como amante de las artes, mecenas, culto por antonomasia, etc. No digo que los haya habido y los haya aún, pero el noble auténtico, el de su natural, , se caracteriza por tener gustos nada delicados.Se pirran por la caza, los deportes violentos y la guerra cuando podían hacerla. Nunca han shttp://www.blogger.com/img/gl.photo.gifido unos intelectuales. Los Médicis, por ejemplo, eran refinados e ilustrados, pero no dejaban de ser unos boticarios nuevos ricos.Eran unos nobles de pacotilla, despreciados por sus contemporáneos en la primera generación. La casa real francesa hizo ascos a Catalina de Médicis cuando se casó con Enrique II. Su nombre les venía de su provenencia de médicos y boticarios. Realmente provenían de la alta burguesía.El verdadero noble ha despreciado la cultura, era analfabeto y dejaba, en la Edad Media, ese tipo de cosas al clero y a alguna que otra mujer loca u ociosa.. Cazar, guerrear y fornicar. Todo lo demás mariconadas.

El conde se levantó y se puso a pensar. Cuando pensaba se le notaba,pues no estaba muy acostumbrado, y fruncía el ceño de modo que las cejas se le convertían en una raya peluda y enmarañada. Don Ñuflo tardaba lo suyo en tomar una decisión que no fuese bélica.
Mientras hace trabajar las meninges podemos observar un par de detalles. Mucha gente cree que el Medioevo era una época oscurantista y atrasada. Pero no saben que algunas de las comodidades de las que hoy no nos paramos a pensar en su origen fueron inventadas entonces.Por ejemplo, las ventanas con cristales a través de las cuales mira sin ver Don Ñuflo.Antes, las ventanas se cerraban con esteras o piezas de cuero, lo que hacía que los interiores fuesen sombríos y poco acogedores.O se pelaban de frío o tenían que encender lámparas de aceite.
El conde sigue reflexionando mientras se viste. Se pone los calzones, los zapatos, una especie de camiseta y una túnica de diario, abotonada de arriba abajo. ¡Otra cosa inventada en la Edad Media!¡Los botones!. Algo tan sencillo, pero se pasaron antes siglos y siglos teniendo que sujetarse las vestiduras con fíbulas, broches o lazadas (quién no ha visto Cleopatra, Ben Hur o los 10 mandamientos? Acordaos.).
El conde se acerca a la chimenea y se calienta las manos con los rescoldos.¡Otro fenomenal invento de la época! ¡La chimenea!. Antes no existían y tenían que encender fuego dentro de las casas, con las consiguientes molestias del humo y el peligro que representaba.

Después de tan doctas explicaciones ya podemos proseguir con nuestro héroe.
Don Ñuflo había tomado una decisión.
-¡¡Clodulfo, Cunegunda!!
Gritó, al oir sus voces no lejos de allí.
Estos llegaron a toda prisa, a ver qué pasaba ahora.
-¡¡Llamad a mi sobrino Arnaldo, quiero hablar con él!!!
-Imposible, señor. Acaba de partir hacia el pueblo
-¡¿Y qué va a hacer a estas horas al pueblo?!
-Es que parece que Omar se ha metido en un lío, y como son amigos, ha ido a ayudarle, señor...
-¡Ah, Omar, Omar! ¡fruto de mis amores con la bella cautiva Zuraya, cuyo nombre significa Cielo Estrellado!
¡Dos luceros eran tus ojos negros!¡Cuánto te amé y que suerte tuve de que fueras la sobrina del Emir de Badajoz!. Así, despues de un año de loca pasión, pude obtener por tí un buen rescate...¡Qué ojos de brasa...! ¡Qué listo soy, que aúno los negocios con el placer!
Después de este arrebato rugió:
-¡Buscadme a Arnaldo, tengo que hablar con él enseguida!
-Pero señor, tardaremos un poco, pues nos temenos que se haya metido en un lío...
-¡¡Rápido, fuera de mi vista!!!
Y fuesen corriendo al villorrio a por Arnaldo, que por cierto estaba pasando sus apuros.

(continuará. Fin del capitulo)

miércoles, 10 de septiembre de 2008

CAPITULO IX



A la mañana siguiente, en el patio había un gran griterío. Estaban discutiendo Arnaldo, Don Nuño y Clodulfo.. Arnaldo defendía a su amigo Omar.
-¡Es que el pobrecillo lo está pasando fatal!¡Está hambriendo!¡Ayer no encontró nada en la cocina!...
-¿Y por qué tiene que buscar comida en la cocina?- preguntó Clodulfo despistado. -Que coma con los demás...
-Pero, mi buen Clodulfo, ya os he contado lo del Ramadán...
-¡Tonterías de infieles!
-¡Es como su Cuaresma, pero peor!
-¡Bobadas!
-Para él no es una bobada, y si ha hecho lo que ha hecho, ha sido impelido por el hambre...
-¿Pero qué ha hecho?- dijo Don Nuño, que tampoco se enteraba.
-Pues que el pobre esta noche, desesperado de estar dos días sin comer, ha salido del castillo y se ha ido a la casa de lenocinio del villorrio, y allí, en vez de pagar honradamente para folgar con barragana, se ha introducido subrepticiamente en la despensa y se ha comido todas las viandas que ha hallado. Ahora está enmedio de la plaza, en la picota, con la cabeza y las manos en un brete, siendo la irrisión de todos.¡Hay que hacer algo por el!
-Pues él se lo ha buscado- dijo Clodulfo,además, no tendría sentido exponer la piel por un infiel, cuando me he cargado a tantos...
-Os recuerdo que ese infiel es hijo de vuestro señor Don Ñuflo...
-¡ Yo solo tengo un señor, mi amo Don Nuño!
-Gracias, Clodulfo... dijo don Nuño conmovido.
Al ver que no conseguía ayuda, salió a escape hacia el poblacho a tratar de ayudar a Omar. Arnaldo era amigo de sus amigos.

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lunes, 8 de septiembre de 2008

CAPITULO VIII


Mientras tanto, el conde había despertado. Tenía acidez de estómago y le dolía la cabeza. Empezó a gritar, medio dormido, creyendo que estaba en la batalla:
¡A mí mis bravos!¿Me han noqueado los infieles!
A esto llegaron nuño y clodulfo.
-No, hijo; es que te acabas de despertar de la mona que cogiste anoche.
-Me duee la cabeza-gimió.
-Con lo que tragaste, no es raro que cogieras también una indigestión...dijo su padre.
-¿¿¿Dónde está la adúltera???!!- dijo reaccionando y recordando lo pasado la noche anterior.-¿Cómo?-despistó Don Nuño.
-¡Mi esposa Leonor!.
-Aquí llega- dijo Don Nuño mirando por la ventana. -Viene de misa.
-¡Hipócrita, mala mujer!
-Hijo, no te precipites. Habla con ella tranquilo.
Doña Leonor, que había oído los gritos, subía de dos en dos los escalones. Entró en tromba en el aposento de su esposo. Teatralmente, llegó ante él y se postró de rodillas primero, y luego cayó de bruces.
-Esposo mío, si no me crees, ahora vengo de confesar con el abad y le he contado que dudáis de mi virtud. El sabe todo de mí (eso era verdad) pues es mi director espiritual. Preguntadle. Es hombre sabio.
-Bueno, ya iré...-dijo el conde con expresión angustiada.
Y no era por sus cuitas conyugales, sino porque al ponerse en pie había notado yn terrible dolor de barriga con retortijones, prolegómenos de un cólico fenomenal.
-Debo salir de aquí a evacuar...-dijo, poniéndose verde.
-¡Venid, hijo, al corral!- dijo Nuño aliviado, cogiendo a su hijo de la mano.
Y ambos desaparecieron rápidamente escaleras abajo.
La condesa respiró. Su esposo parecía dispuesto a hablar con el abad y mientras estuviese enfermo no era fácil que la asesinase. El conde era metódico y no sabía hacer dos cosas a la vez, como casi todos los hombres.Si tenía diarrea, antes esperaría a estar curado a actuar de la manera que fuese. Estrangularla o visitar al abad.Pero la condesa confiaba en que optaría por esta última solución, al menos en un principio. En el fondo el conde Ñuflo era muy comodón, y mientras su honor quedase a salvo era poco amigo de broncas, y las peleas familiares le horrorizaban, sobre cuando había mujeres histéricas llorando.

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El Conde estuvo todo el dia del corral al cuarto y del cuarto al corral, con gran alivio de todos.Así se iría serenando, pensaban. Por la noche volvió a caer exhausto en su lecho y durmió otra vez profundamente.Esa noche todos durmieron como troncos, pues ya estaban superagotados. Hasta el fantasma de Don Arnulfo y su perra no se dejaron ver, , ni se oyó ruido de cadenas.

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domingo, 7 de septiembre de 2008

continuación)


-Nada de histerismos, Leo. Conservar la cabeza es lo principal. Lo más sensato es esperar la reacción de Don Ñuflo, y una vez sepamos por donde tira, actuaremos en consecuencia.
-Eso, y mientras a mí ya me ha cortado el cuello...¿no podrías venir ahora al castillo conmigo?
-¡No!¡Eso sería un gran error. sospecharía algo extraño. Oficialmente yo no tengo nada que ver en este asunto...
-¿Escurres el bulto?
-Leonor, sabes que te amo, que eres la perdición de mi alma, pero prefiero consumirme en el fuego eterno y ahora en este valle de lágrimas en el de tu pasión, que no tener fuego de ninguna clase. Yo soy muy friolero, ya lo sabes.
-Sí, mucha labia tienes tambien, como toda la clericalla... Estoy pensando que cuando Ñuflo despierte, le diré que si no me cree, venga a verte y le cuentas con detalle lo de los íncubos y los súcubos y a tí probablemente te creerá, pues te respeta y reverencia...
-Esperemos que así sea- dijo el abad, dejando escapar un suspirillo.
-¡No me abandones en esta situación!¡Mi vida peligra por amor hacia tí!¡Piensa que yo también arderé en el infierno, y a mí el calor me festidia...!
-No te abandonaré querida Leo.Confía en mí. Yo convenceré al conde.
-Me voy. Estoy en una situación comprometida. Mis criados creen que estoy confesando...
-Ve con Dios, amada...
-Adiós, adiós...-dijo la condesa un poco mosca.
Salió de la celda, volvió con el ama y el paje, y todos regresaron al castillo son decir una palabra.

sábado, 6 de septiembre de 2008

CAPITULO VII


El grupo llega a la abadía. El paje llama al grueso portón.
-¡PON,PON!!
Dentro se oyen cantos angélicos. Son los monjes en la iglesia. También se oye, lejana, una campanilla.
La pesada puerta rechina y se abre lentamente. Aparece el hermano portero, un anciano de barba blanca.
-Hermano- dice Doña Leonor- quisiera confesar con Fray Facundo de Rocafort.
-Está en éxtasis- contesta el fraile. Tardará unos tres cuartos de hora..
-Vaya, esperaremos,- contestó contrariada la condesa.
Les hizo pasar a una salita de espera, amueblada sobria y austeramente con sillones de madera y cuero, y estatuas de santos con cara de susto en hornacinas en las paredes encaladas.
-¿Han desayunado sus mercedes?- preguntó el fray.
-Sí, gracias,- contestó Leonor sin ganas de charla.
-Sí, sí... respondieron el paje y Cunegunda como un eco.
Por una ventana redonda en lo alto del muro del fondo entraba un rayo de sol, que llegaba hasta los pies de la condesa, calzados con exquisitos escarpines moriscos, bordados con hilo de oro. Tenía los dedos de las manos cruzados y daba vueltas a los pulgares. No las tenía todas consigo. Esperaba que el abad, hombre astuto y de recursos, la ayudase. El creía a pies juntillas que Gumersindito era hijo suyo, y tenía que ayudarle a que el conde se tragase la historia del íncubo. Confiaba en la discreción de Arnaldo, con el que no había tenido ninguna explicación, pro sabía que él sabía, y que nunca se creyó lo del niño prematuro. Cunegunda sin embargo estaba convencida de que el niño era hijo del abad.
Al cabo de un rato pasó un fraile llevando leche de cabra con torrijas, que olían como los ángeles.
Al rato volvió el religioso.
-Ahora le recibirá Fray Facundo, señora condesa. Ya ha salido del éxtasis y va a desayunar. Estos arrebatos místicos le dejan agotado. Cuando haya terminado les hago pasar.
-¡Qué asco!-dijo Cunegunda. -Parece que estamos en un ambulatorio de la Seguridad Social. ¡Yo quiero torrijas!....y se opuso a sollozar.
-¡Calla, por favor,- chilló la condesa- no me pongas más nerviosa!!
Entonces apareció otro fraile que, dirigiéndose a Leonor, y sin mirar por un momento a los otros, le dijo:
-El abad os espera.
Leonor se levanto y fué conducida por un corredor, que conocía muy bien, a la celda del abad.
Este estaba de pie, y en la estancia flotaba aún un agradable olorcillo a torrijas con miel.No era muy cenobita la estancia, pues aquí los sillones eran de terciopelo, y la cama, aunque no de grandes proporciones, era mucho más cómoda que las de los monjes., pues tenía colchón de plumas en vez de paja. De esto sabía algo la condesa.
-Señora- dijo el abad. -Me figuro a lo que venía.
Y acto seguido cerró la puerta con dos vueltas de llave.
-¡Ay, Facu! ¡menuda se ha armado!
-Ya lo sé, Leo querida. Tengo mis espías.
-¡¿En el castillo?!
-¡Pues claro!
-¡Caray!...¿Y... qué vamos a hacer?. Yo le dije a mi esposo lo del íncubo, pero no traga. Ahora debe estar ya despertándose, y a lo peor me mata.¡Estoy asustadísima!...Y la condesa tenía el rostro desencajado.

(continuará)

miércoles, 3 de septiembre de 2008




Y fuese también a desayunar, pues la barriga sonaba exigente
Pasó delante de la cámara del conde y oyó los rugidos, como los de un dragón en su guarida.
-Desde luego, cada uno tiene lo que se merece- murmuró filosóficamente, meneando la cabeza.
Le salió al encuentro Argos meneando el rabo. Eran los únicos que habían dormido como troncos además del conde, y la tropa, por supuesto.
Bajó al patio, al tiempo que veía a su tía Leo vestida de terciopelo rojo subir a una mula enjaezada, acompañada de Cunegunda y un paje. La comitiva se disponía a salir del castillo, no cabía duda.
¡-Hola, tía buena!- le dijo cariñosamente Arnaldo, acercándose.
-Hola, querido sobrino-le contestó con ojos bajos la condesa.
-¿Dónde vais tan de mañana?
-A la abadía, a ponerme a bien con Dios...
-¿Ahora lo llaman así?. -Algo blasfemo me parece, contestó Arnaldo, picado.
-No os comprendo, sobrino-... dijo la condesa, que tenía más cara que espalda. ¡-Vámonos ya!.
Y fuesen, despues de que les bajaran el puente con grandes chirridos.
Arnaldo se quedó pensativo mirando por donde había desaparecido la pequeña comitiva..Recordó aquella noche de hacía varios años, una noche de verano en que el calor apretaba y salió a tomar el fresco. Se encontró con la condesa en una almena.
-¿Tomáis el fresco, tía?
-Si el fresco se deja tomar...-contestó ella, sugerente, acercándose con gesto que no dejaba lugar a dudas.
Y Arnaldo, alucinado por el acoso sexual de su tía, se dejó arrastrar al aposento de ella, donde retozaron hasta el amanecer.
Nueve meses después nacía Gumersindito.
Recordando todo esto, miraba al repelente niño, que se dedicaba a cazar arañas por las paredes y meterlas en una caja, para después soltarlas en la cama del ama Cunegunda.Se daba cuenta de lo rubio que era, de lo poco que se parecía al abad, que había sido cetrino. Un escalofrío recorrió su espina dorsal. Ya había hecho sus cuentas y, aunque al nacer la criatura dijera la condesa que era sietemesina, él sabía que mentía y su escarceo coincidió con la ausencia del abad de la abadía, cuando abandono ésta para ir a visitar a su colega de Silos y estuvo dos meses ausente. Esto ella tenía que saberlo mejor que nadie.¿Qué cuentos iba a meterle al abad?.Mientras le dejaran en paz... Pero no quería líos con su tío, que tenía un genio de todos los diablos.

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martes, 2 de septiembre de 2008


(continuación)

-¡Oh sol mañanero que entras por mi ventana!-improvisó. -¡Y tú, industriosa cucaracha , criatura de la noche que corres a tu escondite, yo hoy veré a una bella muchacha, y a mí si te aplastan me dá un ardite...!
Después de esta parida paróse a reflexionar.
-Me parece que de ésta es mejor olvidarse....
A veces Arnaldo ejercía la autocrítica, pero sin mucha severidad.
Se levantó, vistiéndose de terciopelo marrón, que iba bien con sus ojos y su tez, y fuese a buscar a su amigo Omar.
Lo encontró tristemente sentado en un banco de piedra de esos que hay en los castillos, que están junto a un ventanal y hay que subir tres escalones y sirven para otear. Había elegido para la ocasión un traje también de terciopelo, pero verde, el color del Islam.
-¿Oteáis, querido amigo?
-¿Y qué voy a otear?. Además he pasado una noche horrible y estoy hecho polvo.
-¿Y eso?
-Pues que he ido a la cocina a por las sobras, pero no había nada, pues se lo comió todo anoche el bestia de tu tío, que no hacía más que pedir comida. Al final, le hicieron un sofrito con las sobras y luego con el sofrito un estofado. Yo solo pude hallar un mendrugo de pan seco que había desdeñado Argos.
-¡Pobre amigo!¡debéis estar desfallecido!
-No solo eso, sino de un hunmor de perros. Hoy no tengo ganas de charla, disculpad.
Y fuese cabizbajo por el corredor, el mismo que por la noche era recorrido por el fantasma de Don Arnulfo y su perra.
-Estos musulmanes se toman el Ramadán muy en serio...Yo de la Cuaresma, la verdad, es que ni me entero. Sólo sé que empieza por el Carnaval que se celebra antes...

(continuará)

(continuación)

-¡Ay, Dios mío!
-No temas, mujer. El abad es hombre astuto y de buen seso, y puede torear esta situación sin grandes problemas. Perto debemos ponernos de acuerdo.
Cunegunda suspiró y renunció a más comentarios.
Don Nuño levantóse con los ojos abotargados y la cabeza como un bombo, pues había pasado una noche de insomnio. Bajó al patio y metió la cabeza en el abrevadero de los caballos. El agua helada le despejó un poco. Buscó con la vista al fiel Clodulfo, que enseguida apareció, ojeroso.
-¿Habéis dormido bien?- preguntó a su amo.
-¡No, por las barbas de Satanás!
-Yo tampoco, por todos los diablos del Averno... Además, había en el corredor un estruendo de cadenas tremendo. Vuestro padre debe andar alterado.
-Sí. Vayamos a desayunar. Las penas se soportan mejor con la tripa llena.
-Vamos.
Y se fueron a tomar bollitos mojados con leche tibia.


Arnaldo, después de una noche de dulce y plácido sueño, se despertó de muy buen humor. Un rayo de sol entraba por la ventana de cristales de colores, y una cucaracha atravesaba en ese momento el suelo iluminado. Esta visión de vida y alegría le llenó de gozo. Era el único en el castillo

(continuación)

-¡Padre, no te vayas!¡Aconséjame!-suplica Don Nuño al que que su padre se dirige directamente a la pared con la clara intención de filtrarse por ella.
-Arréglatelas,ya en vida te saqué demasiadas veces las castañas del fuego...
-¡Oh, padre mío!
-¡Nada!. ¡Abur!
Y vase a través del muro, seguido por Diana.
Argos se echa a dormir, soñando con el breve encuentro con el ectoplasma querido, pero Don Nuño está ya completamente desvelado.
-¡Qué situación!... se dice-¿y qué puedo hacer yo?¿reprenderla?. Tampoco es justo que se marchite una mujer joven como si fuera una monja. Además, siendo con el abad, que es hombre de iglesia, pensaba yo que quizás era menos pecado, porque después del pecado viene la penitencia, como dice el refrán, así todo de una tacada y en la misma persona...Pero no, Nuño, no razonas bien, porque mi nuera podrá confesarse con el abad, pero ¿y el abad?. Además, no sé por qué, todo esto me parece un escándalo, es empeorar las cosas... Tengo una empanada mental de mucho cuidado. Todo esto es una desvergüenza.¡Oh, el clero!. Ya tenía razón Nuestro Señor cuando decía aquello de "haced lo que ellos digan pero no hagáis lo que ellos hagan"...
Y el pobre anciano se pasó la noche comiéndose el coco y sin conseguir tomar una decisión, hasta que rayó el alba y cantaron los gallos en el corral.

.......


CAPITULO VI
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Ya hemos presentado a todos los personajes de nuestra historia, al menos a los más importantes. Puede que aparezca alguno más, depende de lo que salga de ésto, que ya empieza a tomar vida propia y a irseme toda esta gente de las manos..Es el momento en que cada uno de ellos se escapa de la pluma del pobre escribidor y comienza a hacer lo que le dá la gana. Veremos en qué para, querido lector; lo que es yo, no tengo la menor idea.
Amanece.La aurora de rosaceos dedos (esto se lo he fusilado a Homero, pero es que siempre me gustó la frase) se abre paso entre las tinieblas y tiñe de color pastel las viejas piedras del castillo.
La familia empieza a despertarse.
Leonor llama a su fiel Cunegunda.
-¡Ven, ama, ayúdame a desenredarme la pelambrera y a hacerme dos ingenuas trenzas, que falta me hace tener recatado aspecto!
¡Ay, hijita, sí!. Pero estoy tan nerviosa que no he dormido más que después de hacerme tres cocimientos de tila con algunas hojas de adormidera!. Y toda ella temblaba como un flan...
-¿Qué hace mi dueño y señor?
-Sigue roncando, pues ayer cenó y bebió copiosamente, y además del cansancio de venir de donde Cristo dio las tres voces, lleva la reserva del barrilete de tintorro que se bebió con las viandas.
-¡Estupendo!. Si pudieras conseguir que nadie le despertara hasta la hora de comer, me daría a mí tiempo de ir a la abadía a confesarme y de paso le comentaría un par de cosas a Fray Facundo...

(continuará)

lunes, 1 de septiembre de 2008

CAPITULO V

El Conde Ñuflo Machacaferro pasó el día roncando estrepitosamente y nadie le despertó. Había sido una cruzada dura, y al encontrar una cama tan blanda y acogedora después de maldormir por ahí como costumbre, había obrado como potente somnífero.
Ya se ha ocultado el sol. Las tinieblas empiezan a cubrir los campos yermos y el castillo se convierte en una mole negra e imponente.
Todo el mundo se ha ido a acostar, pues ha sido un día agotador física y emocionalmente.
Solo no duerme el fantasma de Don Arnulfo Machacaferro, padre y abuelo respectivamente de Don Nuño y Don Ñuflo, que acostumbra de noche a vagar por los corredores acompañado del también fantasma de su fiel perra de caza Diana, juntos hasta en la ultratumba.
El fantasma de Don Arnulfo está indignado por lo que está pasando. Piensa que su nieto es un calzonazos que debía haber descabezado a la adúltera sin dilación. Para tratar de poner las cosas en orden va al apartamento de su hijo, el anciano conde Don Nuño, que ya había cogido el primer sueño.
Argos, el sabueso del castillo, no duerme.
Prefiere hacerlo de día y velar de noche, pues está enamorado de Diana, sabuesa hermosota donde las haya, pero como Diana es una perra fantasma, su amor solo puede ser platónico. Pero Argos se conforma y como perro de caballero acepta las reglas del honor y la caballería andante, y se limita a adorar a su amada, mirarle a los ojos y lanzar algún lametazo que se pierde en el aire.
Don Nuño ronca suavemente. Sueña que está cazando urogallos con Argos en el bosque nevado. Mientras, su severo padre se filtra por la pared, seguido de la perra.
-¡Hijo...!- dice con voz cavernosa Don Arnulfo
-zzzzz.....ZZZZZ...rrrrr...
Don Nuño sigue soñando con urogallos.
¡¡¡HIJO!!!!!- dice con la misma voz el fantasma pero ya con una potencia de voz que parece sacada de los amenos diálogos de los personajes de Wagner en El Oro del Rihn.
-¡¡Aahhhhh!!- despierta sobresaltado el durmiente. ¡¿qué pasa?! ¡¡Al arma!!
-Calla, hijo, no la armes. Tranquilo, soy tu padre que tiene que hablar seriamente contigo.
¡Ay, papá, no me sobresaltes de ese modo!. Que cualquier día me va a dar un pasmo...¿por qué no te apareces cuando estoy despierto y más tranquilamente?
-Es que a los fantasmas nos gusta asustar a la gente... es más diver...
-Vaya gracia- gruñe Don Nuño, restregándose los ojos.
A estas, por la puerta mal cerrada mete la pata Argos y entra. Rondaba por los pasillos, y ha visto a su perra amada. Se morrean un poco y se retiran a un rincón a mirarse a los ojos.
-Hijo- dice el fantasma de Don Arnulfo. Estoy muy disgustado contigo.
-¿Conmigo, padre, que he hecho para desagradaros?
-Tú eres el más anciano y el cabeza de familia durante todo este tiempo. Tenías que haber vigilado a tu nuera y no permitir tanto cachondeo.
-Pero, padre, yo no sabía nada...no podía hacer nada...
¡Mientes!.Un niño repulsivo como Gumersindito no sale de una col, como dicen los franceses, y tú has hecho la vista gorda durante todo este tiempo. A ver cómo te las apañas para lavar el el nombre de los Machacaferro...

(continuará)