martes, 19 de agosto de 2008

(continuación)

Esto último lo dijo con tales bramidos que lo oyó todo el mundo dentro, y hasta el fiel sabueso Argos, que dormitaba junto a la chimenea, levantó una oreja. El puente , al tendello, chirría que da grima,(pero entonces engrasarlo habría sido una mariconada), y esto mezclado con los berridos de Don Ñuflo, hace que Argos prudentemente se levante y se meta debajo de la cama.
La condesa ha preparado su "mise en scéne". Cunegunda huye aterrada hacia su aposento.
El conde y su tropa atraviesan el puente y penetran en el patio del castillo, donde todo el personal ha salido a recibirle, con su noble padre al frente, Don Nuño, y su fiel Clodulfo. También está el sobrino de Leonor, Arnaldo, del que nos ocuparemos con detalle más tarde, y Omar, hijo bastardo del conde con escarceo con musulmana. Pero no nos precipitemos.
El patio está hecho un asco. El suelo está lleno de pipís de diversas procedencias, humanas y de las otras., y de boñigas también variadas. Estamos en la Edad Media y no hay retretes, y cuando no hace frío y el puente está tendido se vá al campo, pero ahora hiela y lo que hacen de vez en cuando es echar cubos de agua que sacan de un pozo que hay enmedio y baldean un poco la cosa. Hay varios perros de distintos pelajes y algún gato que pasa presuroso, también a esconderse por si las moscas.
Don Nuño Machacaferro, padre de Don Ñuflo, es un anciano de aspecto venerable y barba blanca, no tan alto y corpulento como su vástago. De nobles facciones, en la cara tiene una antigua cicatriz, recuerdo de la batalla de Las Navas de Tolosa. A su lado está su ex-escudero Clodulfo, criado fiel donde los haya, y que guarda cierto parecido físico con su amo, pero sin barba. Sólo un poblado bigote blanco y unos albos cabellos atestiguan una larga vida, y en su cara redonda y comprensiva se lee la bondad.
Don Nuño está tan nervioso como todos, pues, como el resto, está enterado del pastel y no las tiene todas consigo.

-¡Hijo mío, ven a mis brazos, orgullo de mi estirpe! ¿has descabezado muchos infieles en nombre de Nuestro Señor?
-¡Sí, padre!-contesta Don Ñuflo descabalgando, con la armadura puesta y lanzándose hacia su progenitor, al que abraza, levantándolo un metro del suelo.
-¡¡¡Padre mío!!! ¡¡lloro de emoción!! ¡¡Qué bien os veo!!
El pobre anciano aguanta la arremetida y por fin es depositado en el suelo.
-¡Y Clodulfo, y Arnaldo, y el fiel Omar, y mi leal tropa que cuida mi castillo!! ¡¡Hola a todos!!...
.Bienvenido, amo...-contestan en un murmullo.
-¿Y mi fiel esposa?¡Ardo en deseos de abrazarla!
-Estará esperándoos en su aposento- contesta Don Nuño. Supongo que acicalándose para seros grata a los ojos...
De pronto aparece el cuerpo del delito, nunca mejor dicho, pues llega de dentro un nene de melena dorada,vestido de terciopelo verde, que sin cortarse un pelo se pone delante del Conde Ñuflo y le espeta:
-¡¿Tú eres el jefe de esta monumental pocilga, eh?!.¡Ya era hora de que llegases a poner un poco de orden!
-¿Y tú quién eres, mocoso?-pregunta extrañadísimo el conde.
- Yo soy Gumersindito, el que más manda aquí después de mamá.
-¿¿¿Cóooomooo???!!- ruge Ñuflo. -¡¿Y quién es tu mamá para que mande tanto??

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