El criado vase. Vuelve al punto.
-Perdón, Don Ñuflo. Ya le he mandado al infierno, pero no quiere ir. Insiste en que no podéis hacerle ese feo. Que él ha sido siempre un buen vasallo, que estuvo en la última escaramuza con el infiel y que no se merece ésto.
-¡¡¡Que se las apañe solo, vive el Cielo!!!
Y puso expresión tan fiera que el paje cerró la puerta y ya no volvió a insistir.
-Otra vez será amigo...-le dijo al villano. A lo mejor os quedáis viudo un día y podréis celebrar otra boda...
El villano fuese desconsolado.
El conde Ñuflo salió del apartamento apabullado.
La condesa se quedó en el lecho aliviada. Al menos no la había estrangulado de entrada.
Los castellanos estaban hechos polvo.
El conde salió del aposento de su mujer y se encontró al fiel Clodulfo.
-Señor, venid a vuestras estancias. Os he preparado un baño caliente y yo mismo os quitaré, primero la armadura, y luego la mugre de debajo, pues apestáis.
-Sí, buen Clodulfo.
Este le cogió de la mano y le llevó a una habitación similar a la de su esposa, con un buen fuego y una cama preparada para el descanso.
-Ahora, después de bañaros, os haré traer comida.Y luego os echáis a descansar, que bien lo debéis necesitar.
-Gracias, Clodulfo. Esta noche he dormido mal.
-De nada, para eso estamos.
Clodulfo quitó trabajosamente la armadura al conde y le ayudó a introducirse en una tina de madera llena de agua humeante y empezó a rascar.Cuando después de una hora le hubo a medias despiojado, desollado y quitado adherencias varias, llegó otro criado con varios platos de humeante comida.
El conde, que no había desayunado, se zampó todo y después, en paños menores, cayó redondo en la cama, agotado de cansancio y emociones.
-¡Ay, Clodulfo!. Me parece que hoy me apalanco aquí y no me muevo. Mañana pensaré cómo me vengo, pero ahora estoy hecho migas.¡Vaya regreso!
-Sí, señor, descansad. Hay siglos en que no está uno para nada.
y fuése silenciosamente, mientras los criados retiraban la tina. Luego cerró la puerta despacito y recomendó que nadie entrara. Puso un centinela a la puerta, a guisa de hotelero cartel de "no molesten".
Fin de cap. III. (continuará)
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