(continuación)
-¡Oh sol mañanero que entras por mi ventana!-improvisó. -¡Y tú, industriosa cucaracha , criatura de la noche que corres a tu escondite, yo hoy veré a una bella muchacha, y a mí si te aplastan me dá un ardite...!
Después de esta parida paróse a reflexionar.
-Me parece que de ésta es mejor olvidarse....
A veces Arnaldo ejercía la autocrítica, pero sin mucha severidad.
Se levantó, vistiéndose de terciopelo marrón, que iba bien con sus ojos y su tez, y fuese a buscar a su amigo Omar.
Lo encontró tristemente sentado en un banco de piedra de esos que hay en los castillos, que están junto a un ventanal y hay que subir tres escalones y sirven para otear. Había elegido para la ocasión un traje también de terciopelo, pero verde, el color del Islam.
-¿Oteáis, querido amigo?
-¿Y qué voy a otear?. Además he pasado una noche horrible y estoy hecho polvo.
-¿Y eso?
-Pues que he ido a la cocina a por las sobras, pero no había nada, pues se lo comió todo anoche el bestia de tu tío, que no hacía más que pedir comida. Al final, le hicieron un sofrito con las sobras y luego con el sofrito un estofado. Yo solo pude hallar un mendrugo de pan seco que había desdeñado Argos.
-¡Pobre amigo!¡debéis estar desfallecido!
-No solo eso, sino de un hunmor de perros. Hoy no tengo ganas de charla, disculpad.
Y fuese cabizbajo por el corredor, el mismo que por la noche era recorrido por el fantasma de Don Arnulfo y su perra.
-Estos musulmanes se toman el Ramadán muy en serio...Yo de la Cuaresma, la verdad, es que ni me entero. Sólo sé que empieza por el Carnaval que se celebra antes...
(continuará)
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