Mientras, Arnaldo, en un brioso corcel, galopaba, rubia melena al viento, hacia la villa en que su amigo se encontraba en apuros. Cuando llegó vió un gran tumulto de villanos, y una polvareda que no presagiaba nada bueno. Avanzó hacia la plaza mayor donde estaba la picota, y gracias a ir cabalgando pudo abrirse paso entre la plebe exaltada. Al llegar, el espectáculo que se presentó ante sus ojos no podía ser más lastimoso. El pobre Omar estaba en un brete, en el sentido más literal del término. Un brete era una tabla con tres agujeros, para cabeza y manos, que se abría por la mitad y se metían en los boquetes correspondientes testa y extremidades superiores del reo..Luego se cerraba, lo que hacía que el embretado quedase con la cabeza y los brazos saliendo de la tabla, y además aguantando con el cuello el peso de la misma, que no era poco.Así estaba el pobre Omar, , mientras los lugareños le arrojaban frutas podridas, inmundicias varias y escupitajos.
-¡¡¡Qué hacéis, desgraciados!!!-gritó Arnaldo con todas sus fuerzas .-¡Estáis cometiendo un gran delito! ¡Se os va a caer el pelo!¡Rodarán cabezas! ¿no os dais cuenta de que habéis metido en un brete al hijo del conde?
Tuvo que repetirlo varias veces hasta que corrió la noticia como la pólvora. Se adelantó el alcalde. Arnaldo seguía a caballo y el grupo de gente les rodeó.
-¡¿Qué pasa?! ¿es cierto lo que decías, señor?
-¡Pues claro! ¡Es Omar, el hijo bastardo de Don Ñuflo!.
-¡Oh, qué terrible confusión!. Habíamos creído que era el morisco renegado del pueblo de al lado.
-¡Nada de renegado!... Tuvo aún fuerzas para gruñir el pobre Omar, con la cara llena de porquerías.-¡Yo musulmán sunnita hasta la muerte!¡Allah Akbar!!
-Perdonad, señor- dijo el mandón. Ahora mismo os soltamos.
Y al punto liberó al moro de su cepo.
-¡¡¡Uuuffff!!, qué alivio,- dijo éste moviendo la cabeza hacia todos lados, a la vez quew se frotaba el cogote. De ésta cojo artrosis cervical de por vida...!
-Perdón, señor, ¿nos perdonáis?. No sabíamos de vuestra alta condición.¿Nos haréis empalar, ahorcar, crucificar, descuartizar o despellejar?
-Ya me lo pensaré.
-Tranqui, tío- dijo Arnaldo- que nosotros somos gente de paz, no como el bruto de vuestro señor feudal. Todo queda olvidado, ya que mi amigo está vivo.
-¡Como se nota que no te has visto nunca en un brete!-gimió éste. -No es lo mismo contar los palos que recibirlos, como decía mi abuela materna Leyla.
-Ahora- dijo Arnaldo-os pagaré todos los gastos ocasionados por mi amigo, -quien ya imaginaba lo ocurrido. Y les explicó que estaba en período de penitencia y se había descontrolado un poco.
Al punto apareció una tía gorda y lustrosa, de rojas mejillas, que era la madame (por no decir la puta madre) de la casa de barraganas.
-Son ocho maravedíes de plata, por todo lo que se ha comido, más el haber puesto en fuga a la clientela con el alboroto que ha armado, más los gastos de curandera para mi pupila Pepitornes, a quien le ha dado una alferecía al ver salir de estampida de la despensa el caballero en cuestión con una torta de chicharrones en la boca, un pollo al ast en la mano derecha y unas morcillas en la izquierda!.Cosa que yo creía los musulmanes no podían hacer, pero estaba enloquecido. Además, como había estado comiendo tocino fresco y se le cayó en la cara el bote de la pimienta, solo se le veían los ojos inyectados en sangre. y mi pobre Pepitornes, que es muy devota y cristiana vieja, se creyó que era el diablo que venía ya a por ella y le ha dado el pasmo.
-No os preocupéis, buena mujer, tomad esta bolsa y creo que ya estaréis suficientemente compensada.
-¡Gracias, hermoso doncel!- dijo la alcahueta al sopesar el regalo.¡-Os haré un vale por veinticinco polvos gratis en día laborable!
-¡Gracias!- dijo amablemente Arnaldo.- Honraré vuestra casa como se merece.
Y cogiendo a su maltrecho y maloliente compañero, se lo cargó a la grupa y emprendieron el regreso hacia el castillo.
-¡Pobre amigo!- decía el rubio doncel al moreno Omar-¡Este amargo trago os valdrá un buen cacho del Paraíso de las Huríes!
Omar no tuvo fuerzas para contestar.
El sol se ponía tras las almenas del castillo y algunos murciélagos ya revoloteaban en la tarde de marzo. Todo parecía en calma.
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