
-Posiblemente, hijo. El maligno siempre al acecho...-respondióle el abad cogiéndole al vuelo.
-Yo amo a mi esposa, pero no acabo de creerme esa historio de íncubos y súcubos...¿vos qué pensáis?
-Existen, hijo...yo mismo he sido víctima de su perfidia...
-¿Vos?
-Sí, hijo.Una vez se metió por la ventana de la celda un súcubo, que es una diabla.
¡Demonio!- exclamó Don Ñuflo.
-Demonia, hijo. Los demonios son los íncubos. Los íncubos son demonios que torman forma humana y abusan de las mujeres durante su sueño, y los súcubos al revés, demonios hembra que tientan a los castos varones como yo- dijo con toda la cara el abad.
-Sí, había oído hablar algo de esto...
- A mí, una noche de primavera-prosiguió Fray Facundo, se me intrudujo un súcubo por mi ventana enrejada, como si hubiese sido de humo. Al punto púsose a acosarme sexualmente. Mostróse como una hermosa odalisca que empezó, ante mis atónitos ojos, a bailar la danza del viente al son de los cascabeles de sus tobillos y muñecas. Yo solo pude taparme los ojos, decir: ¡Vade retro! y hundir la cara en la almohada. -dijo sin inmutarse el abad, que era rápido en inventar cuentos chinos. Al ver la cara de espanto del conde sintió cierto alivio.
-¿Y vos creéis que a mi Leonor le puede haber pasado algo así?
-Es lo más probable. Yo soy su confesor y puedo aseguraros que vuestra esposa es pura como el agua de la fuente.Es posible que ni se diera cuenta, que creyera que todo había sido una pesadilla, y mientras, el Maligno le hacía esa horrible criatura...
-Sí- dijo con repugnancia el conde.¡Es verdaderamente terrible!¡no tiene una idea buena!
-Hijo, no te atormentes...- cortó el abad.-Vuelve al castillo y descansa. Debes tener un stress enorme, con tanto luchar por la fe en lejanas tierras..
-¡Oh, no!¡ya estoy bien!. Ya se me pasó el cansancio y la diarrea. Ahora más bien voy estreñido.
-¡Ah!¡pues yo tengo unas hierbas, receta de nuestro Santo Fundador, que son mano de idem!.Esperad un instante...
Al punto volvió el abad con un saquito que había ido a buscar a la botica del convento.
-Tomadlas en infusión antes de acostaros, y a la hora del desayuno y antes de las principales comidas. No tiene contraindicaciones. Id con Dios.
Y metiéndose las manos en las mangas del hábito, dió media vuelta y se fue.
Don Ñuflo permaneció unos instantes en la sala, con el sol que le daba en los ojos y el saquito de las tisanas en la mano.
-Pues ya me voy- se dijo, algo desconcertado.
Salió al campo, montó a Cojitranco y, sin soltar la bolsita de las hierbas regresó al castillo, con una vaga sensación de haber sido estafado.
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