miércoles, 1 de octubre de 2008

(continuación)



-¡Basta, hijo, basta!- dijo Don Nuño consternado.-No nos distraigáis, que voy perdiendo yo y ya le debo a Clodulfo tres maravedíes de plata. Idos a recitar fuera de este lugar.¡Caray, ya se me ha pegado, y yo también he hecho un pareado! ¡Idos, idos, por Dios!
-Por cierto-dijo Clodulfo, que como llevaba ventaja no estaba nada preocupado. -¿Qué ha sido de ese muchacho tan piadoso con su fe musulmana?
-Lo he podido sacar de un brete en el que estaba metido.
-Estos lugareños ya no respetan a la sangre noble, aunque venga de la pata izquierda. Esto en tiempos del señor Arnulfo no pasaba. No sé adónde vamos a ir a parar...-dijo moviendo la cabeza.
-No os preocupéis, buen Clodulfo, que todo se arregló.
Entonces se oyeron en el pasillo unas pisadas rotundas, que si no hicieron tamblar las paredes fue porque antes se construída en piedra y para los siglos.Entró en la estancia el conde Ñuflo con expresión entre fiera y angustiada, y sn mirar a su costilla bordadora, dijo a Arnaldo:
-Arnaldo, sobrino, venid, he de hablaros.
-Vale,tío, dijo el provenzal asombrado.-Ya voy.
Lo llevó a su estancia y cerró las pesada puerta tras de sí.
-Hijo- dijo el conde melodramáticamente--Tienes que ayudarme, mi honor está en juego, y en este puñetero castillo tengo poca gente a quien recurrir.Mi padre se hace el sueco, Clodulfo ya chochea,, de Cunegunda no me fío un pelo, a Omar por supuesto no voy a recurrir, pues corre por sus vernas sangre infiel y vos, aunque no demasiado aguerrido, sois el único varón en quien confío a medias.
-Gracias, tío, me conmovéis.
-Quiero que me ayudes a descubrir quién ha manchado mi honor y a vengarme. Esta historia de demonios nocturnos voladores que me ha contado el abad no me la termino de tragar.
-Tío, os advierto, con todos los respetos, que no esperéis de mí que mate a nadie para lavar vuestra honra.Soy objetor de conciencia y anti-violencia. Derramar sangre va contra mis principios, pues creo que todos somos hermanos, y además soy de la Liga Antirracista,o seo que considero a musulmanes, judíos, gitanos, etc.todos mis iguales, lo mismo a las minorias oprimidas, y además soy ciudadano del mundo.
-¡Pero qué dices, desgraciado!¿qué mariconadas son esas?!.¿Eso es lo que has aprendidode tus mayores?-Aunque- dijo sardónicamente-nada bueno se puede esperar de esa tiera provenzal o languedociana o cómosellame, tierra de herejes cátaros y de gentes de costumbres disipadas.¡¿No serás cátaro por desgracia?!
-No, tío, no, yo voy por libre.
-¡Qué horror, un sobrino librepensador!¿Qué he hecho yo para merecer ésto?
-No os alteréis, tio. No preocuparos por mí, que sé lo que hago. Y respecto a vuestro honor, no me tomaria la cosa en plan tan calderoniano. No es para tanto. No comeros el coco de ese modo.
-¡¿Que no es para tanto, bellaco?!
-No, sed comprensivo.¿Acaso vos habéis sido fiel a la tía durante todos estos años?
¡Es que yo soy un hombre!
-¡Ya salió el machista!. Desde luego, los de vuestra generación no tenéis arreglo. Mirad, tío, tomaros la vida como viene. Vuestra esposa y tía mía os quiere, os reverencia, os ama y os he echado de menos. Lo pasado, pasado está. ¡Pelillos a la mar!
-¡Ah, no!¡Los Machacaferro no son borregos cobardes que se dejan poner cuernos impunemente!¡Aquí correrá la sangre¡Aún no sé de quiém, pero correrá!!!
Y púsose a lanzar imprecaciones al cielo, momento que aprovechó Arnaldo para evaporarse.
¡Qué horror! ¡Estos carcas, todos iguales!... fuese murmurando .Militaristas, racistas, oscurantistas... En mi dorada y añorada Provenza no somos así, gracias a Dios...
Y se fué a ver a Omar y a prepararle las empanadillas de espinacas.

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(continuará)

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