Y acto seguido se levanta y se pone a saltar, primero sobre un pie y luego sobre el otro.
-Y, decidme- le dice para evitar que siga recitando- ¿seguís con vuestras ideas pacifistas, de no ir a luchar contra mis hermanos de raza y religión, en eso tan hortera que llaman Reconquista?.
-¡Por supuesto que si!. Ya hace tiempo que soy objetor de conciencia, pienso que todos los hombres somos hermanos y me considero ciudadano del mundo. No quiero matar infieles, ni fieles, ni conejos, ni ciervos. Todo eso me parecen salvajadas impropias de seres civilizados. Pero en esta tierra de bárbaros siempre estoy nadando contra corriente.¡Soy un incomprendido!
¡-Yo también!- dijo Omar, aliviado de que al otro se le hubiera pasado la vena poética. Yo añoro el esplendor de Córdoba y Granada, donde la gente es civilizada y se lava con agua perfumada, y sabe leer y escribir, como vos y como yo, donde el clima es suave y florecen los naranjos y huele a azahar y dama de noche...
Y empezó a contar las excelencias de Al-Andalus, pues tampoco era manco Omar a la hora de dar el tostón a la gente hablando de sus añoranzas.Pero al menos no hacía poemas ni nada parecido.
Después de bailotear un rato para calentarse los pies, sentóse en su taburete y se inclinó en la mesa hacia Arnaldo, sobre la olvidada partida de ajedrez. Díjole en voz baja:
-¿Y vos que pensáis de lo que ha sucedido esta mañana?.¿Quién creéis que puede ser el padre de la criatura?
-Pues no tengo ni idea, y se me da un ardite que tío Ñuflo no pueda pasar por las puertas a causa de la cornamenta.. Bien merecido se lo tiene. No se deja a una dama tan joven y bella más de siete años impunemente...Si se ha buscado algún ligue, me parece bien.Además, ella no podía saber si volvería. Igual le mataban Saladino y los suyos...
-Pues las lenguas de doble filo apuntan en una dirección- dijo Omar haciéndose el interesante.
-¿Ah, si?¿y qué dicen? ¿hacia dónde apuntan?
-Hacia la abadía. dijo el sarraceno moreno.
-¡¿Qué decís?!¡¿Algún monje quizás?!
-Sí, sí, monje... la condesa no se entretiene con subordinados...
¿¿No insinuaréis que...???
-Sí, querido, precisamente eso que estáis pensando.....
-¡¡¿El abad???!
-Fray Facundo de Peñafort en persona. ¿No habéis advertido que todos estos años, Doña Leo ha ido todos los sábados por la tarde a confesarse, para al día siguiente ir a misa y cumplir el domingo?
¡No es posible!
-Sí, sí, y y vaya confesiones non sanctas que tenían organizadas ella y el abad. Mirad, los monjes, que son todos unos cotillas, dicen que no la confesaba en la iglesia, en un confesonario como a los simples fieles, sino en privado, en su celda, y que se encerraban con llave. Y que a veces se oían gemidos, que al principio los monjes creían que eran de dolor de contrición, pero que después descubrieron que eran de placer de satisfacción...
-¡¿Será posible?!...¡Cómo está el clero!...
-Sí, amigo, aquí se va a armar la gorda, como Doña Leonor no sepa torear al conde.
-¡Esperemos que sea hábil!
-Esperemos, pues si no pueden correr ríos de sangre.
-Hay que poner paz, Omar, debemos actuar para evitar la tragedia. Hay que pensar algo.
-No se me ocurre nada.
-Ni a mí, pero ya se nos ocurrirá.
-Alá lo permita.
-Dios lo quiera.
-Amén, como decís los cristianos.
-Amén, que no se desate la violencia.
-Y los dos amigos quedaron pensativos, cavilando si podrían hacer algo para evitar la catástrofe.
(continuará)
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