El Conde Ñuflo Machacaferro pasó el día roncando estrepitosamente y nadie le despertó. Había sido una cruzada dura, y al encontrar una cama tan blanda y acogedora después de maldormir por ahí como costumbre, había obrado como potente somnífero.
Ya se ha ocultado el sol. Las tinieblas empiezan a cubrir los campos yermos y el castillo se convierte en una mole negra e imponente.
Todo el mundo se ha ido a acostar, pues ha sido un día agotador física y emocionalmente.
Solo no duerme el fantasma de Don Arnulfo Machacaferro, padre y abuelo respectivamente de Don Nuño y Don Ñuflo, que acostumbra de noche a vagar por los corredores acompañado del también fantasma de su fiel perra de caza Diana, juntos hasta en la ultratumba.
El fantasma de Don Arnulfo está indignado por lo que está pasando. Piensa que su nieto es un calzonazos que debía haber descabezado a la adúltera sin dilación. Para tratar de poner las cosas en orden va al apartamento de su hijo, el anciano conde Don Nuño, que ya había cogido el primer sueño.
Argos, el sabueso del castillo, no duerme.
Prefiere hacerlo de día y velar de noche, pues está enamorado de Diana, sabuesa hermosota donde las haya, pero como Diana es una perra fantasma, su amor solo puede ser platónico. Pero Argos se conforma y como perro de caballero acepta las reglas del honor y la caballería andante, y se limita a adorar a su amada, mirarle a los ojos y lanzar algún lametazo que se pierde en el aire.
Don Nuño ronca suavemente. Sueña que está cazando urogallos con Argos en el bosque nevado. Mientras, su severo padre se filtra por la pared, seguido de la perra.
-¡Hijo...!- dice con voz cavernosa Don Arnulfo
-zzzzz.....ZZZZZ...rrrrr...
Don Nuño sigue soñando con urogallos.
¡¡¡HIJO!!!!!- dice con la misma voz el fantasma pero ya con una potencia de voz que parece sacada de los amenos diálogos de los personajes de Wagner en El Oro del Rihn.
-¡¡Aahhhhh!!- despierta sobresaltado el durmiente. ¡¿qué pasa?! ¡¡Al arma!!
-Calla, hijo, no la armes. Tranquilo, soy tu padre que tiene que hablar seriamente contigo.
¡Ay, papá, no me sobresaltes de ese modo!. Que cualquier día me va a dar un pasmo...¿por qué no te apareces cuando estoy despierto y más tranquilamente?
-Es que a los fantasmas nos gusta asustar a la gente... es más diver...
-Vaya gracia- gruñe Don Nuño, restregándose los ojos.
A estas, por la puerta mal cerrada mete la pata Argos y entra. Rondaba por los pasillos, y ha visto a su perra amada. Se morrean un poco y se retiran a un rincón a mirarse a los ojos.
-Hijo- dice el fantasma de Don Arnulfo. Estoy muy disgustado contigo.
-¿Conmigo, padre, que he hecho para desagradaros?
-Tú eres el más anciano y el cabeza de familia durante todo este tiempo. Tenías que haber vigilado a tu nuera y no permitir tanto cachondeo.
-Pero, padre, yo no sabía nada...no podía hacer nada...
¡Mientes!.Un niño repulsivo como Gumersindito no sale de una col, como dicen los franceses, y tú has hecho la vista gorda durante todo este tiempo. A ver cómo te las apañas para lavar el el nombre de los Machacaferro...
(continuará)
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