
A la mañana siguiente, en el patio había un gran griterío. Estaban discutiendo Arnaldo, Don Nuño y Clodulfo.. Arnaldo defendía a su amigo Omar.
-¡Es que el pobrecillo lo está pasando fatal!¡Está hambriendo!¡Ayer no encontró nada en la cocina!...
-¿Y por qué tiene que buscar comida en la cocina?- preguntó Clodulfo despistado. -Que coma con los demás...
-Pero, mi buen Clodulfo, ya os he contado lo del Ramadán...
-¡Tonterías de infieles!
-¡Es como su Cuaresma, pero peor!
-¡Bobadas!
-Para él no es una bobada, y si ha hecho lo que ha hecho, ha sido impelido por el hambre...
-¿Pero qué ha hecho?- dijo Don Nuño, que tampoco se enteraba.
-Pues que el pobre esta noche, desesperado de estar dos días sin comer, ha salido del castillo y se ha ido a la casa de lenocinio del villorrio, y allí, en vez de pagar honradamente para folgar con barragana, se ha introducido subrepticiamente en la despensa y se ha comido todas las viandas que ha hallado. Ahora está enmedio de la plaza, en la picota, con la cabeza y las manos en un brete, siendo la irrisión de todos.¡Hay que hacer algo por el!
-Pues él se lo ha buscado- dijo Clodulfo,además, no tendría sentido exponer la piel por un infiel, cuando me he cargado a tantos...
-Os recuerdo que ese infiel es hijo de vuestro señor Don Ñuflo...
-¡ Yo solo tengo un señor, mi amo Don Nuño!
-Gracias, Clodulfo... dijo don Nuño conmovido.
Al ver que no conseguía ayuda, salió a escape hacia el poblacho a tratar de ayudar a Omar. Arnaldo era amigo de sus amigos.
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